lunes, 12 de julio de 2010

Una intensa tarde de sábado en Monterrey, tras el paso de los Huracanes


Hay huracanes producto de la Madre Naturaleza y otros originados por el hombre. También hay huracanes concebidos por la Divinidad y otros por la superstición. Y hay lugares únicos, como Monterrey, Nuevo León, que permiten a sus habitantes vivir, sufrir y gozar los 4 tipos de huracanes en una misma tarde de sábado.

La jornada comenzó con la temprana puesta de sol. Los regiomontanos, quienes hasta antes de la llegada del Huracán Alex considerábamos al sol como activo fijo de la ciudad, nos alegramos al ver un intenso cielo azul. Diez días de incesantes lluvias se sentían como un castigo injustificado. El día era demasiado bueno como para desperdiciarlo en actividades bajo techo. Tras algunos intercambios de mensajes de texto, el plan perfecto estaba definido: acompañar a Laura y a su hermana a hacer labores de voluntariado en el centro de acopio de alimentos de Cáritas.

Laura amablemente se ofreció a pasar por mí, lo cual agradezco en el alma, ya que hace dos días me quedé varada en plena lluvia. El punto de reunión fue el Centro Budista de Monterrey, mismo que no conocía, pero del que he escuchado muy buenos comentarios. Supongo que ahora no tendré excusas para no ir :) http://www.meditarenmonterrey.org/. Ahí sentí una suave y refrescante brisa divina.

Llegamos a Cáritas, nuestro destino. Las muestras espontáneas de cariño son, sin duda, las más fuertes. Había de todo: emos, fresas, monjas, cholos, alternos, pubertos, rockeros, indefinidos y por definir. Durante 15 minutos nos quedamos paradas como estatuas, en lo que maquinábamos nuestro nicho de oportunidad. Al ver los montones de cajas sin armar, no dudamos en apoderarnos de aquella línea de producción.

El calor y la humedad no tardó en manifestarse en nuestros organismos. Las toxinas que suplicaban salir por nuestros poros comenzaron su estampida. Sudábamos a mares. Como buenas regias, nuestra primera reacción fue recordar en voz alta los efectos refrescaste de una cerveza clara bien fría. Laura, incluso, le marcó a su papá para pedirle que pusiera el par de "six" a refrigerar. Aunque agradecida por el gesto, solo le remarqué a Laura que no llegaríamos a su casa. Cuando dije eso asumí que la razón sería porque buscaríamos "hidratarnos" en algún Oxxo o Seven cercano. Jamás imaginé lo que estábamos a punto de vivir.

Tras dos horas y media, decidimos abandonar el centro de acopio. Felizmente seguían llegando víveres y manos dispuestas a regalar su trabajo. Justo antes de ctuzar la puerta Laura se regresa, ya que quería "avisar" que ya nos íbamos a ir. No negaré que este detalle me causó, en su momento, mucha gracia. ¿A quién le importaba si nos íbamos o nos quedábamos? Al momento de escribir estas líneas doy gracias a los Huracanes Divinos que las cosas se hayan desarrollado así.

Salimos y tomamos la única opción viable: la Avenida Venustiano Carranza. A unos 200 metros de llegar al cruce con Ave. Constitución varias ambulancias y patrullas de policías sonaron sus sirenas, en un intento desesperado por llegar a ¿dónde? Le preguntamos al carro de al lado y nos dijo que se trataba de una balacera, pero la pregunta seguía en el aire ¿dónde?. Tras enviar un mensaje de texto a varios amigos, la respuesta llegó de Álvaro: había balacera en Venustiano Carranza y Constitución, misma dirección hacia donde nos dirigíamos.

La lluvia de preguntas sin respuesta ametrallaron nuestras mentes y estómagos. ¿A dónde ir?, ¿Nos encontraríamos con balas perdidas?, ¿Algún transeúnte estaría armado? ¿Los "comandos" recibirían refuerzos? ¿Para quién trabajan esos "comandos"? Pffffttttt... Demasiadas preguntas para un trío de mujeres que sólo querían disfrutar su soleada tarde de sábado. http://www.milenio.com/node/484547

Tras una breve negociación entre las tres decidimos dirigir nuestra travesía al Barrio Antiguo, corazón cultural de la Sultana. Durante nuestra huída pasamos frente a la Iglesia de San Judas Tadeo, en el momento preciso que las campanas anunciaban la misa de las  5 p.m. Ahí tuve la certeza que el peligro había quedado atrás.

Nos refugiamos en un restaurant bar altamente recomendable y cuyo nombre es fonéticamente similar al nombre de este blog: Feel Grow http://www.feelgrow.com/ Mi presagio se había cumplido, aunque por las razones erróneas. No llegamos a tomar las cheves a casa de Laura, sino a un encantador y relajante sitio. Estimad@s lectores, no sientan miedo de venir a Monterrey. Tenemos mucho que dar. El Feel Grow será un punto de partida a disfrutar del primer cuadro de la ciudad.

Tras dos horas de buena plática y guapas bebidas, nos dirigimos a nuestros respectivos destinos finales. La canción que cerró semejante aventura, como la que suelen poner al final de una película, corrió a cargo de The Cure y su emblemática "A  letter to Elise". Jamás la había escuchado, pero la misma ya forma parte del soundtrack de mi vida.

Justo cuando pensé que el capítulo había concluído, me topo con un gato negro a la puerta de mi casa. El gato, viejo conocido eso sí, hizo lo que nunca: se me acercó en busca de amor y caricias. ¡Qué día!
No tengo una conclusión objetiva para lo aquí narrado. Lo único que le pido a la vida es que nunca pierda la capacidad de asombro.

1 comentarios:

justagirl dijo...

vaya día!!
me encanta la foto y lo que hicieron (no me gusta pensar en el susto que pasaron). Felicidades! ya que es bien cómodo quedarse en casita "al cabo a nosotros no nos pasó nada" y requiere valor y muchas ganas de ayudar el salir a sudar para armar cajas. felicidades!
besos, LV

 

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